Caminaba despacio, sin prisas.Saboreaba el aire puro de la sierra y las vistas que ésta le ofrecía. Un mar de árboles verdes se extendía hasta donde la vista no alcanzaba. Todo paz y serenidad...
Al pasar por delante de una de aquellas casas blancas típicas, un perro pequeño con pinta de juguetón salió en su busca. Al principio se asustó al ver que se dirigía a ella con velocidad, pero enseguida se dio cuenta de que no quería hacerle daño. Continuó su camino y él la siguió. Siempre pisándole los talones pero nunca dejándole caer. Hasta que se detuvo.
No cesó sus pasos, sólo miró hacia atrás para ver dónde se había quedado. Estaba allí parado, a unos cuantos pasos suyos; mirándola atentamente, observándola con curiosidad y dejándola marchar. Al igual que hizo él, permitiendo que al irse ella, Sierra Morena los separara.