Voy en el autobús. Fuera está lloviendo, pero es una lluvia lenta, de estas veces que miras y parece que está nevando. Hace frío y todo gris deprime más aún. Voy sola en este momento, y escuchas a dos amigas que se han encontrado hablando de sus cosas; y después a dos amigos que también se han encontrado allí, hablando de lo suyo.
Echo de menos cosas así, pero claro, si lo echo de menos será porque yo lo he querido así o porque las circunstancias en las que me encuentro me hacen ir en ese sentido.
Aunque se crea que Murillo me arrastra, que no me deja continuar con una vida (que ni mucho menos he abandonado) la verdad es que el que controla el tiempo mueve demasiado rápido las manecillas, que la tierra tarda muy poco en girar en sí misma, y que como el tiempo no se regala ni es acumulable, al final se acaba agotando día tras día. Cuando te quieres dar cuenta la Luna se vuelve a apoderar del cielo, y un día más no has hecho eso que tenías que hacer. Pero es más fácil pensar que Murillo me arrastra y retiene, que me hace ir a otro sitio, antes que pensar que se tienen también nuevos proyectos.
Pues una pregunta hago yo: ¿por qué no preguntar y hablar? Sino, se puede llegar a pensar que es Picasso el que va acabar con todo...